jueves, 14 de marzo de 2013

Hipotesis: Urbanismo Y el Patrimonio Cultural


A nadie se le escapa que estamos en tiempos de crisis, de recortes y de muchas contradicciones entorno los proyectos relacionados con el patrimonio cultural. Durante este tiempo he visto de todo: decisión para tirar adelante un proyecto o, indecisión que al final lleva a parar y eliminar un proyecto. Des de mi punto de vista, la diferencia para tomar una decisión u otra está en creer, por parte de los promotores de los proyectos, en las potencialidades del patrimonio cultural y sobretodo en tener claro un concepto-guía: la función social del patrimonio cultural.

Creer o no creer, esa es la cuestión. ¿Cuales son los elementos que des de mi punto de vista diferencian unos proyectos de otros? Lanzo unos cuantos…

Legitimación del proyecto patrimonial. Es necesaria la identificación de la sociedad con un proyecto. Sin legitimación un proyecto no funciona, puede ser considerado como un “capricho”. Sigo las líneas trazadas por Iñaki Arrieta (1), quien creo ha definido de manera detallada el concepto legitimación del proyecto patrimonial… Al elaborar un proyecto patrimonial, consideramos pertinente que los promotores se pregunten acerca de su grado de legitimidad social y que reflexionen también acerca de los mecanismos que deberían establecer para que la vinculación y la participación vayan aumentando a medida que el proyecto se va desarrollando…”

Ciudadanía. Los ciudadanos son el eje central de cualquier proyecto patrimonial. Si el objetivo central de un proyecto es otro aspecto, no va a funcionar. La pregunta a realizarse en el momento inicial de proyectar debería ser: ¿En qué va a beneficiar este proyecto a los ciudadanos de “x” territorio? ¿Sobre cuantas dimensiones va a actuar? (como mínimo me centraría en: social, cultural, educativa y económica…).

Planificación. Como ya comentamos en un post anterior planificar es valorar, es conocimiento, es estudio de las realidades, es tener una visión global y transversal del territorio y sus potencialidades. Planificar significa realizar un uso coherente de los recursos destinados a un proyecto.

En definitiva, la diferencia entre creer o no en el patrimonio cultural no está en tener un recurso o recursos que explicar/divulgar/difundir. Quien más o quien menos tiene recursos. Creer en el patrimonio cultural implica tener la capacidad para analizar el entorno y actuar en función del conocimiento adquirido:

Entender que el recurso no es el centro del proyecto. El objetivo básico de todo proyecto patrimonial es generar beneficios a un conjunto de ciudadanos que creen que el trabajo sobre este elemento puede significar un factor de desarrollo.

Ser consciente que un proyecto patrimonial nunca se puede estimar a corto plazo. No por los aspectos económicos (que normalmente influyen de manera determinante), sino porque es necesario planificar, ir paso a paso. El objetivo no es inaugurar un continente con más o menos contenido. El objetivo es que el continente y el contenido, el día después de su inauguración, trabajen todas las dimensiones de la sociedad que acogió y legitimizó el proyecto

Creer en el patrimonio significa ir más allá del propio recurso. El reto está en dar respuesta a aquellas cuestiones propuestas por la propia ciudadanía, que al identificarse con un proyecto, espera que este revierta sobre ella de manera positiva.
Bajo el concepto “territorio” lo que encontramos son “personas”, “ciudadanos”. Hablar de dinamización territorial también implica poner en valor las dimensiones sociales, culturales y educativas. No olvidemos las personas, ya que son estas las que viven, disfrutan y se relacionan con su entorno (territorio = personas). El territorio no es tan solo un espacio geográfico, también es una construcción histórica y una práctica cultural. Por tanto es en el territorio donde se refleja claramente la identidad cultural de la comunidad o comunidades que lo sustenta. El territorio siempre es cultural.
¿Podemos gestionar el territorio cultural? Creo que podemos… es más, debemos. Posiblemente habrá gestores políticos o técnicos que no estén de acuerdo. Bajo mi punto de vista la gestión del Territorio Cultural debe realizarse a través de la identidad y espíritu de los territorios. De esta manera se podrá poner en valor, a través de políticas culturales planificadas, las dimensiones sociales, económicas y culturales. Es decir, proyectar acciones de desarrollo y mejora para las comunidades que sustentan el territorio cultural.
A modo de ejemplo, descubrir la identidad cultural de un territorio va a permitir planificar aspectos como:
El urbanismo: programando acciones urbanísticas que permiten un planeamiento urbanístico y de equipamientos a través de criterios y conocimientos previos en geología, arqueología, historia (urbanística, bibliográfica y documental) del sitio, los recursos materiales e inmateriales, la tradición, el folklore…
La educación y la cultura: promoviendo el conocimiento y la identificación de los ciudadanos con su territorio.
La economía: desarrollando planes de dinamización turística que incidan positivamente en la llegada de visitantes al territorio
En definitiva, necesitamos valorar el territorio como cultural. Siempre lo es. De lo contrario no se podrán diseñar políticas culturales de largo recorrido, coherentes e identificadas con el territorio, es decir, los ciudadanos.
¿Puede el concepto identidad cultural trasladarse al territorio? Cómo? El territorio no es tan solo un espacio geográfico, también es una construcción histórica y una práctica cultural. Por tanto es en el territorio donde se refleja claramente la identidad cultural de la comunidad que lo sustenta.
Además, hoy en día, no tan solo hemos de valorar los testimonios inmuebles que configuran la existencia y el carácter de los pueblos entorno el patrimonio arquitectónico, arqueológico e histórico y los asimila a sus procesos de creación. También es necesario valorar el patrimonio artístico como capacidad creativa y el patrimonio etnológico como reflejo de las formas de vida.
Bajo este prisma durante los últimas semanas he estado leyendo un artículo de Annete VielQuand souffle l’esprit des lieux(cuando se respira el espíritu del sitio). Es un texto muy conocido, pero no deja de sorprenderme. Explica que el territorio es un espacio vivo, con una historia que no esta fijada en el tiempo o el espacio y que evoluciona de manera natural o bien a partir de las acciones que se desarrollan. Por tanto el territorio es el reflejo de una época y un espejo de los valores de la sociedad que lo gestiona.
Si tratamos la identidad y el espíritu de un territorio podremos poner en valor su dimensión social, cultural y económica. Podremos por tanto proyectar acciones de desarrollo y mejora para las comunidades que sustentan en territorio y sus recursos, entre ellos el patrimonio cultural.
Si descubrimos la identidad y el espíritu del territorio podremos aportar beneficios a la comunidad que lo sustenta:
A través del urbanismo, programando acciones urbanísticas que permiten un planeamiento urbanístico y de equipamientos a través de criterios y conocimientos previos en geología, arqueología, historia (urbanística, bibliográfica y documental) del sitio, los recursos materiales e inmateriales, la tradición, el folklore…
A través de la educación y la cultura, promoviendo el conocimiento y la identificación de los ciudadanos con su territorio.
A nivel económico, desarrollando planes de dinamización turística que incidan positivamente en la llegada de visitantes al territorio.
Pero para conseguir esto es necesario fijar una mirada alternativa, responsable y coherente sobre el territorio, sus recursos y sus necesidades. Cada lugar, cada territorio es distinto y esto es una gran oportunidad, ya que permite establecer miradas calidoscópicas capaces de ofrecer soluciones creativas y novedosas.
En estos tiempos de crisis y de cambio en los modelos de desarrollo económico se habla mucho del potencial del patrimonio cultural como nuevo valor para el desarrollo social, cultural, educativo y económico de la ciudadanía. !Y es cierto! El patrimonio cultural tiene capacidad para generar modelos de desarrollo sostenible trabajando conjuntamente los recursos existentes en un territorio, la experiencia que pueden generar y la población local, es decir, la función social del patrimonio cultural. Pero esto es teoría, es necesario más que nunca convertirlo en realidad.
¿Cómo concretamos estos preceptos en el territorio y en beneficio de las comunidades que sustentan su patrimonio cultural?
Existen muchos municipios y regiones donde sus ciudadanos quieren utilizar estos recursos, pero no saben por donde empezar. Ante estos escenarios y desde mi punto de vista es necesario trabajar de manera proactiva y con capacidad para generar conocimiento y posibilidades. Este proceso lo denomino Plan Estratégico para la Activación del Patrimonio Cultural. La idea es clara, si activamos el patrimonio dándole una función y un sentido en la actualidad seremos capaces de crear acciones positivas, participando en las estrategias de ordenación del territorio y potenciando la cultura, el ocio y el turismo, es decir, construyendo dinamismo territorial.
Un Plan Estratégico para la Activación del Patrimonio Cultural presenta dos fases diferenciadas:
Fase I: Reconocimiento y diagnóstico del patrimonio cultural. Es el momento de establecer un estudio que permita distinguir y analizar los recursos patrimoniales existentes en el territorio. El estudio permitirá evaluar toda la información y establecer una diagnosis que se acompañe de un análisis.
Fase II: Plan de activación y actuaciones. Una vez obtenido el conocimiento real sobre el patrimonio cultural es necesario determinar los objetivos del futuro plan, descubrir cual es la identidad cultural del territorio y diseñar un conjunto de actuaciones políticas, urbanísticas, culturales, didácticas y turísticas que evidentemente los gestores técnicos y políticos del territorio habrán de seguir.
Es necesario plantear nuevas y creativas formas de entender el patrimonio cultural basadas en un conocimiento y evaluación inicial. De esta manera se pueden crear discursos territoriales que permitan trabajar sobre recursos patrimoniales de calidad, ofreciendo expectativas y experiencias a los usuarios (locales y visitantes) y consiguiendo beneficios para las poblaciones locales. A esto le llamo dinamización del territorio y se consigue desarrollando Planes Estratégicos de Activación del Patrimonio Cultural.
El patrimonio cultural presenta muchos valores. Lo podemos entender como una herramienta de desarrollo económico, social, cultural. O también como agente un agente integrador, puesto que participa transversalmente en las comunidades. Pero uno de los valores más claros y más importantes es su capacidad para fomentar identidades culturales. Es decir, el patrimonio cultural es un espacio de encuentro que promueve el conocimiento y la identificación de la ciudadanía con su territorio.
Hoy en día, los testimonios que configuran los bienes culturales explican la existencia y el carácter de los pueblos y asimila al patrimonio arquitectónico, arqueológico e histórico sus procesos de creación. El patrimonio artístico como capacidad creativa y el patrimonio etnológico como reflejo de las formas de vida.
¿Puede el concepto identidad cultural trasladarse al territorio? Cómo? El territorio no es tan solo un espacio geográfico, también es una construcción histórica y una práctica cultural. Los referentes identitarios de sus habitantes se pueden trasladar a través del urbanismo. Es sobre y en el territorio donde será necesario planear urbanísticamente, establecer criterios, proponer recursos, construir equipamientos…. Será en el territorio donde de reflejará claramente la identidad cultural.
Para ello el urbanismo debe ser responsable, dejando estándares a un lado, apostando por el conocimiento previo y por la particularidad de la identidad cultural. Identidad es particularidad, también en el urbanismo. Por tanto urbanismo debe conocer la geología, la arqueología, la historia (urbanística, bibliográfica, documental…), los recursos materiales e inmateriales, la tradición y el folkore. Y además ha de establecer estudios de viabilidad, ha preveer la sostenibilidad económica del proyecto urbanístico y finalmente priorizar un equilibrio en los usos.
Todo esto para crear espacios de identificación, tanto para propios como para ajenos, capaces de promover la función social del patrimonio cultural y por tanto generar oportunidades a nivel educativo, social, cultural y económico.

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